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En
la puerta de la finca Güell, en la avenida de la Victoria,
hay una reja labrada en hierro de forja que representa un gigantesco dragón
de más de cinco metros de envergadura.
Tiene grandes alas de murciélago, el cuerpo cubierto de escamas: las fauces abierta mostrando una ondulada lengua y agudos dientes de hierro. |
Su cola se reduce en espiral, lleva adheridas bolas metálicas dotadas de afilados pinchos y termina con la forma de una antigua pica guerrera. La parte baja de la composición es un campo de rosas impresas sobre planchas de hierro sostenidas por perfiles angulares. La puerta gira sobre un eje lateral formado por una recia barra que viene sujeta a un alto pilar de fábrica de ladrillo coronado por una esculturada pieza de piedra artificial que muestra sendos naranjos en sus cuatro caras y tiene encima otro de estos árboles, con la ramas llenas de hojas y frutos, hechas de antimonio. | ![]() |
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Siendo así el dragón de Pedralbes debía forzosamente
estar basado en alguna circunstancia concreta y sus formas tendrán
que ser fruto de algo muy estudiado.
Descartada la hipótesis de un dragón de San Jorge, dado que en la leyenda del caballero de Capadocia, la doncella y el monstruo, pueden suprimirse los dos últimos personajes pero no el primero, hubo que empezar a rastrear en la mitología en busca de algún dragón, de los muchos en liza, que pudiera adaptarse a la puerta de la finca Güell. |
Muntat de tros navilís en isepeoa
benerda busqul de les Hespérides, lo taronger en flor; mes és la despulles de l'ona que ha tants segles se n'és ensenvorida ¡ sois puc oferir-te, si er plauen, eixes fulles de l'arbre del fruit d'or. |
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Estos versos son la clave para descifrar el misterio del dragón
de Pedralbes, pues Gaudí no sólo conocía el poema
de Verdaguer, sino que
le pidió datos a mossén Cinto sobre Santa Eulalia puesto que creía que durante su viaje de Sarrià a Barcelona la santa atravesó los terrenos que fueron luego de Güell. |
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que de las tres maneras puede llamarse al héroe griego, después
de matar al águila que devoraba el higado de Prometeo, y de terminar
con Kiknos y Ematión y de engañar a Atlas, llegó al
jardín de las Hespérides y robó las naranjas de oro
que entregó a Euristeus, pasando luego a manos de Atena para
volver al celeste jardín.
Los naranjos que hechos de piedra artificial o de antimonio, adornan la puerta del jardín de Güell demuestran que el dragón que está junto a ellos es el que Hércules venció antes de llevarse los dorados frutos, pero el hecho viene confirmado por otras circunstancias. En castigo por haberse dejado sustraer los preciados frutos, Ladon fue convertido en constelación celeste, de la Serpiente o del Dragón, en la que las estrellas dibujan una forma muy parecida al cuerpo metálico de Ladon de Pedralbes. Las tres Hespérides Eglé, la brillante; Aretúsa, e Hiperetósa fueron convertidas en árboles, un olmo, un álamo y un sauce, especies vegetales que figuran en el jardín de la finca Güell. |
El simbolismo imaginado por el gran arquitecto ha sido nuevamente desvelado y aquel fabuloso jardín, que, algunos autores situáron en Libia, otros al pie del Atlas, o en los paises Hiperbóreos, o en las Islas Afortunadas, ha quedado definitivamente fija-do en el antiguo término de Sarriá al pie del Monasterio de Pedralbes por voluntad de un erudito mecenas, Güell .
Tres nombres que bien merecen la compañía de las hermosas Hespérides, la celosa guardia de metálico dragón, y el sabor exquisito de las doradas naranjas apetecidas por Euristeo y robadas por Hércules después de haber sido regaladas Por la diosa Tierra a Zeus y a Hera co motivo de sus olímpicas bodas. | ![]() |
Atlas tuvo tres hijas, las Hespérides: Egle, Eritia y Aretusa.
Las tres vivían en la tierra
más occidental del mundo, unas islas maravillosas en el Océano
Atlántico, un paraíso
terrenal donde el clima era benigno y donde los árboles producían
manzanas de oro. La
diosa Gea (la Madre Tierra) había hecho brotar esas manzanas
como regalo de bodas para
los reyes de los dioses, Zeus y Hera.
Las Hespérides cultivaban el Jardín, pero
éste era custodiado por Ladon, un fiero dragón que arrojaba fuego por sus cien cabezas. Hércules, también llamado Heracles, el héroe más grande de la Antigüedad, recibió la misión de realizar doce tareas consideradas muy difíciles o imposibles, los "Doce trabajos de Hércules". El trabajo número once consistió en robar las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides. |
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Hércules encontró a Atlas sosteniendo el cielo al borde
del Océano, en las montañas que
hoy llamamos el Atlas (Marruecos). Puesto que el dragón del
Jardín de las Hespérides
conocía a Atlas, Hércules lo convenció para quedarse
él en su lugar sosteniendo el cielo,
mientras el gigante iba a las islas y robaba las manzanas. Atlas fue
al Jardín, en el que
pudo entrar ya que el dragón lo reconoció; mató
al monstruo, robó las manzanas de oro, y
regresó donde estaba Hércules. Atlas, cansado de sostener
el cielo, pretendió dejar a
Hércules en esa posición, pero el héroe logró
engañarle, pasarle la carga de nuevo, y huir
con las manzanas.
¿Y el Jardín de las Hespérides? ¿Acaso se
quedó el Paraíso sin sus manzanas de oro? No.
Las manzanas regresaron a las islas, pues fueron entregadas a la diosa
Atenea... que las
devolvió al Jardín y a sus jardineras, las Hespérides.
En cuanto a Ladon, el dragón guardián muerto por
Atlas... sigue vivo en sus hijos los árboles llamados dragos.
Según la leyenda, la sangre que manaba de las heridas mortales del
dragón cayó sobre el Jardín de las Hespérides,
y de cada gota creció un drago. Estos árboles, "dracaena
drago", llamados "árbol dragón", tienen un grueso tronco
del cual surge de pronto un racimo de ramas retorcidas que parecen las
cien cabezas de Ladon. Cuando se rompe la
corteza, brota una savia de color rojo oscuro llamada "sangre de drago"
que tiene
propiedades medicinales. Los dragos crecen lentamente, pero pueden
vivir varios siglos, y
hay algúu ejemplar, como el de Icod de los Vinos (Tenerife)
al que se llama milenario. Los
Guanches, aborígenes canarios, veneraban a los dragos como lugares
de especial poder y
significación. Algunas supersticiones y ritos populares canarios
siguen teniendo hoy como
centro un drago creciendo solitario al borde de un risco o acantilado.